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martes, 17 de noviembre de 2015

LA OPINION DE R. AYESTARAN: PORQUE PUSE LA BANDERA DE FRANCIA

Anda circulando por ahí una nota de un bloguero español, y ya van a llegar otros similares, sobre el “peligro” de poner la bandera de Francia en el perfil del face. Esto forma parte de una movida algo solapada que trata de minimizar lo sucedido en Francia con el viejo argumento de la colonización cultural y mediática que supuestamente estamos sometidos en el mundo occidental por parte de los medios. Sólo faltó incluir al imperialismo para completar el cliché. Algo he leído sobre la historia universal, lo suficiente como estar al tanto del prontuario de la mayoría de los países del mundo. El de Francia incluido. Pero eso no hubiera sido óbice para condenar la agresión de la Alemania nazi si hubiera vivido en la década del 30 o 40. Lo de ahora es muy parecido Francia es hoy víctima de una agresión criminal, de una guerra llamada yihad que pretende demoler los valores de la civilización que compartimos con los franceses. Igual que Hitler y sus secuaces en 1939. E igual que entonces Francia es hoy, nuevamente, un símbolo. Esta es una guerra que ha desatado una parte del mundo donde impera un régimen político-religioso intolerante, teocrático, totalitario y misógino. La yihad es promovida desde las páginas del Corán y sus perpetradores no lo ocultan, todo lo contrario, reivindica los actos de barbarie como los del viernes 13 como parte de su “guerra santa” NADIE, SALVO DELITO DE LESA HIPOCRESÍA O SUPINA IGNORANCIA, PUEDE DECIR QUE IGNORA QUE ES, QUE SIGNIFICA Y QUE PRETENDE LA YIHAD. El Islam le ha declarado la guerra al mundo que conocemos. Un mundo construido sobre un conjunto de valores basados en la libertad, la igualdad de derechos de hombres y mujeres, la tolerancia, la laicidad, la democracia representativa, la separación de poderes y de la religión del estado. Un mundo donde se ha luchado mucho, y muy duro, para que nadie sea perseguido por sus ideas, sus creencias, su género o su raza. Un mundo compuesto de un conjunto de naciones que compartimos valores de convivencia consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que con empujes y remisiones hemos ido construyendo entre todos a lo largo de la historia. Y por eso lo que ocurrió el viernes en Paris, como antes ocurrió en Nueva York, en Madrid, en Buenos Aires o en tantas otras ciudades (no voy a nombrar mas porque no faltará el idiota que cuestione una de ellas para tratar de invalidar al resto), ciudades que forman parte de este mundo de valores compartidos, son hechos que se valoran y se defienden en forma diferente de otros similares que han sucedido en dentro del mundo musulmán. Porque como dice un amigo, los franceses comparten con nosotros valores y afinidades, como el amor al vino, al rock y a la vida. Mientras sirios, palestinos y todos los demás hijos del profeta, cuyas muertes cotidianas no son debidamente lamentadas, es gente que prefiere la muerte de su enemigo a la propia vida. Nosotros no nos inmolamos, ni inmolamos a nuestros hijos por ninguna razón política o religiosa. Porque en tanto hay diez millones de musulmanes en Francia, y otros muchos millones más desparramados por todo el mundo occidental, incluido Uruguay, los católicos, ateos y ni que hablar de los judíos, son rechazados y sistemáticamente perseguidos en buena parte de los países musulmanes. Porque, y vuelvo a citar a mi amigo Germán, “París es para mi arte, libertad, democracia en tanto que el islam es oscurantismo, autoritarismo y tiranía. Porque mientras que en Francia las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, en los países islámicos vienen después del perro en la escala jerárquica de la familia. Porque mientras en Francia ser homosexual da igual que ser hincha del PSG o ser masón, en Irán, Siria, Palestina y en cualquier país donde impera la sharía, incluyendo las vastas regiones que controla el Estado Islámico, son condenados a muerte. Y porque como dice otro amigo, cada uno siente diferente afinidad por diferentes países. Salvo la condición humana, prácticamente nada hay que me identifique con un sirio, un iraní o un yemenita. En cambio es muy larga la lista de cosas que tenemos en común con Europa y el mundo occidental. Desde Voltaire a los Beatles, y desde Aristóteles a Neruda. Por eso, y por mil razones más hoy me duele Francia y creo que quienes sostienen que es “peligroso” poner la bandera de Francia en su perfil, son mucho más peligrosos. Porque confunden, y lo que es peor, intentan crear confusión, entre las causas y las consecuencias de esta tragedia. Semejante conducta es irresponsable, y si se trata de un periodista mucho más, porque la banalización de la atrocidad parisina diluyéndola en la autofagocitación permanente de los musulmanes entre si, raya la complicidad criminal con el oscurantismo que nos ataca. Y por último, pero no menos importante, como decía Sir Winston Churchill, me niego a ser imparcial entre el fuego y los bomberos. Ricardo Ayestarán. Noviembre de 2015

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