En esta época y desde hace varios años escuchamos decir reiteradamente: "el tiempo vuela". Al parecer existe una percepción generalizada que el tiempo se está acelerando y el almanaque se termina más rápido cuantos más años tenemos. Los investigadores ensayan distintas hipótesis. Una de las más consensuadas es que esto se debe a la velocidad del flujo de los datos y estímulos.
“Hoy manejamos mucha más información que hace unas décadas y eso hace que percibamos al tiempo como más fugaz”, apunta Diego Golombek, biólogo, divulgador científico y director del laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Quilmes.
“La estimación temporal varía con la tasa metabólica, que va cambiando a medida que envejecemos. Pero también hay motivos culturales: la velocidad del tiempo se relaciona inversamente con nuestra esperanza de vida”, sostiene el cronobiólogo.
Por eso, cuando somos chicos y tenemos toda la vida por delante, el paso de un año a otro dura una década y, cuando promediamos la vida, sucede en un instante. Si bien no se conoce con exactitud en qué lugar del cerebro se localiza la percepción del tiempo, “se sabe por estudios de lesiones y trastornos que ésta se da en circuitos que van desde la corteza cerebral (la parte más externa de los hemisferios) hasta los núcleos profundos, como el estriado, que se relacionan con procesos de motivación y recompensa”, apunta Golombek.
Las emociones pueden distorsionar la percepción del tiempo. Esto explica por qué los dos minutos finales de un partido en el que nuestro equipo va ganando 1 a 0 duran dos horas pero, si vamos perdiendo, se diluyen en un suspiro.
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