Dos ancianas, casi centenarias, perdieron la vida en un incendio que se desató ayer de madrugada en un apartamento de Pocitos. Otra mujer, de 82 años, que cuidaba de ambas, fue rescatada y se encuentra internada por intoxicación. El vecino que permitió el paso de bomberos y policías por su apartamento terminó robado.
Gladys Vargas, de 91 años, viuda del general Enrique Magnani (quien fuera jefe del Ejército y ministro), y su hermana Blanca (99), estaban durmiendo cuando sobre las 3:30 de la madrugada se produjo un cortocircuito en un aparato de televisión. Las chispas encendieron un montón de papeles que había en una biblioteca y generaron una espesa humareda que alertó a la cuidadora, quien bajó a pedir socorro al portero. Cuando volvió a subir para ayudar a sus patronas, quedó atrapada en el fuego.
El dueño del apartamento vecino, situado en la quinta planta, se despertó al oir las sirenas de los carros de Bomberos. Se asomó al balcón, comprobó que el incendio era en su propio edificio y fue hasta la puerta principal. Al abrirla, se encontró con un desfile de bomberos que trepaban por la escalera y que le pidieron permiso para meter una manguera por el salón y acceder, a través de la terraza, a la vivienda contigua. De inmediato, se dio la orden de evacuar varios pisos que podían correr peligro por el avance del fuego.
Esteban Marchelli, el vecino del quinto, alcanzó a ver, por la puerta entreabierta del apartamento de las hermanas Vargas, las llamas que avanzaban.
Minutos después, esa cuadra de Benito Blanco estaba poblada de camiones de Bomberos, vehículos policiales y vecinos evacuados: una escenografía que combinaba uniformes, camisones y piyamas, pero que no carecía de dignidad.
Ayer al mediodía, en el hall de acceso al edificio Santa Teresa, había un fuerte olor a humo. "Todavía no se ha ido", comentó el portero restregándose los ojos.
En el quinto piso, el apartamento de las hermanas Vargas estaba clausurado. En el contiguo de Esteban Marchelli, quedaban los rastros del pasaje de los bomberos la noche anterior, entre ellos un amplio charco de agua sobre el parquet del salón. Los dos hijos del propietario habían apilado unos muebles e intentaban limpiar el desaguisado.
Esteban Marchelli lucía indignado.
"No puede ser que un ciudadano, que le abre las puertas de noche a los bomberos para que puedan cumplir con su trabajo, termine siendo damnificado", se quejó.
Porque cuando Marchelli, que había sido evacuado junto a otros vecinos, volvió a subir a su casa a las 6:30 de la mañana, se encontró que le falta su laptop -que había dejado cargando en la cocina- y también su teléfono celular. Una caja que su esposa tenía en el dormitorio había sido revuelta.
"Yo no sé si fueron los bomberos o la policía, que también subió al piso para constatar el fallecimiento de las dos hermanas. Pero mis cosas desaparecieron en ese intervalo", dijo.
Marchelli reconoce que el comisario de los Bomberos actuó con rapidez al recibir la denuncia. "Hizo subir a los cuatro efectivos que habían estado en mi apartamento, los hizo formar en fila y desvestirse, para ver si tenían la laptop o el celular en sus ropas. Todos estaban limpios", aclaró. "Incluso uno de los bomberos admitió haber visto la computadora portátil en la cocina".
La policía actuó con otra formalidad. Le indicó a Marchelli que tenía que acudir a la décima a hacer la denuncia, cosa que hizo.
"Yo no quiero acusar a nadie, ni tengo pruebas para ello. Lo que me rebela es que vivimos en una sociedad que paga muchos impuestos para tener buenos servicios, y cuando alguien ofrece su colaboración para facilitarle el trabajo a esos servidores públicos, y después se encuentra con la sorpresa de que le robaron, uno no puede dejar de indignarse", dijo Marchelli.
Fuente: El País
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