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miércoles, 18 de diciembre de 2013

LA OPINION DEL PROF. EMILIO CAFASSI: LA FERTILIDAD URUGUAYA MAS ALLA DEL CRECIMIENTO DE LA MARIHUANA

Con la aprobación de la ley de la marihuana, Uruguay volvió a exhibir esta semana lo mejor de su capacidad de análisis de fuerzas y posibilidades y de la adecuación de sus arrestos a la realidad concreta. Pero si bien en la prensa internacional es el país entero el aludido, fue su izquierda la responsable del resultado expuesto al mundo. Como ha sucedido siempre con la casi totalidad de sus atractivos y particularidades. Comenzando por la naturaleza de esa propia izquierda que aún con más de cuatro décadas de existencia sigue constituyendo un ejemplo organizativo sumamente original y de muy dificultosa extrapolación.


La oposición, por utilizar un término genérico con el que se autodefine un muy amplio y diversificado arco conservador, sólo atina a articularse –con poco éxito por cierto- como maquinaria de impedimento, como palo siempre renovado y disponible para frenar el movimiento de cualquier rueda. Poco importa si se trata de iniciativas redistributivas de la riqueza, o más genéricamente económicas y laborales, o demandas de las llamadas nuevas agendas de derechos. Por eso debe valorarse –y recordarse permanentemente- el valor estratégico de la obtención y mantenimiento de las mayorías parlamentarias.

No se lograrían transformaciones significativas si el poder ejecutivo no estuviera acompañado y sustentado en capacidades propias para la sanción de leyes o debieran licuarse en negociaciones como parcialmente sucedió con la ley de aborto.

Las experiencias pioneras de todo tipo, son un campo de experimentación por excelencia y deben estar predispuestas a balances constantes. La ley de regulación de la marihuana que esta semana terminó de sancionar el senado uruguayo, constituye la más precursora de las iniciativas contra el narcotráfico a escala indiscutiblemente mundial.

Todo otro antecedente fronteras afuera está acotado a distritos ceñidos o a experiencias privadas en círculos o clubes. Se sitúa además en el surco abierto por otras iniciativas jurídicas, que aunque no fueran únicas ni originales, van permitiendo sembrar en él conquistas sociales como el aborto seguro y gratuito, el matrimonio igualitario, etc., pero mucho más importante aún, afilan el arado y permiten la germinación de sueños implantables en tal surco.

Sin embargo, de todas las decisiones adoptadas por el progresismo uruguayo, esta es la más ardua y compleja, a la par que la de mayor impacto internacional y lo será más aún si tiene éxito, cosa que no está asegurada de antemano, a diferencia de los otros ejemplos citados. Algunas de las dificultades intenté anticiparlas en sendas contratapas en este diario ante la iniciativa de instalación de nuevas bases militares norteamericanas en Colombia y ante los primeros esbozos del Presidente Mujica sobre el proyecto ahora sancionado (“Bases, drogas y rocknroll” 23/08/2009 y “Plutocracia y marihuana: ¿libertades en un sólo país?” 24/06/12). Porque esta batalla se libra simultáneamente en los campos económico, cultural, comunicacional y pedagógico que intervienen sobre múltiples aspectos causales de las culturas adictivas que, además de variadas, no están restringidas a una escala nacional.

Como tampoco lo está la confrontación con las políticas hegemónicas de apariencia represiva del narcotráfico y sus organismos como la cuasimilitar “Drug Enforcement Administration” (DEA) o la algo más declamativa Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) dependiente de la ONU. A la vez, es sólo un primer paso experimental hacia la resolución de problemas sanitarios más graves en relación con las adicciones.

El gran flagelo epidémico para las clases más desposeídas no se sitúa en el cannabis sino en el paco o pasta base (derivado residual de la producción de cocaína) y en dos drogas legales como el tabaco y el alcohol. Al respecto, resulta encomiable e indispensable para mantener unanimidad al respecto, no sólo el apoyo del ex presidente y precandidato presidencial Tabaré Vázquez a la ley sino también su propósito de ampliar los alcances a futuro.

Pero de la totalidad de este complejo entramado tomaré dos variables que, a riesgo de simplificar, jugarán un rol fundamental en la resultante de la iniciativa. Por un lado la económica y por otro la política exterior. En relación a la primera, Uruguay, como buena parte del resto de los países, permitió hasta ahora el contrasentido económico de reprimir una parte indisoluble del mercado como es la producción y la distribución, pero consintiendo a la vez el consumo.

O en otros términos, puniendo la oferta y tolerando la demanda. Ninguna rama del capitalismo puede funcionar así, ni lo concebirían Smith o Ricardo. Legal o ilegalmente. Por eso las cárceles uruguayas están llenas de “mulas” y “dealers” (aunque ningún “pez gordo”) sin que por ello se deje de consumir todo tipo de sustancias psicotrópicas hasta ahora ilegales, incluyendo las más nocivas para los estratos sociales más vulnerables.

La represión fue por tanto parcial (apresando sólo a aquellos que en el Río de la Plata llamamos “perejiles”) en el mejor de los casos, o más precisamente simulada ya que el éxito represivo impediría el consumo.

Como sostuve en uno de los artículos mencionados, “si la represión que se propone fuera efectiva, no habría razón para despenalizar un consumo que no podría existir por simple ausencia de oferta (salvo en el caso de la marihuana, a través del autocultivo).

La doble moral condena discursivamente y dice reprimir las prácticas que íntima y secretamente convalida y celebra. La prohibición distributiva no hace sino ocupar el rol de placebo ideológico, de tranquilizante moralista, para circunscribir al ámbito privado y velar una realidad social de enormes magnitudes, aunque no pueda mensurarse con precisión”.

En el caso de la marihuana, con la ley sancionada el problema queda resuelto si por un lado la producción supera en bajo precio y superior calidad (cosa no sólo esperable sino indispensable) a cualquier otra oferta por fuera de la ley.

Y por otro, si se logra construir un clima cultural que no estigmatice al consumidor, particularmente de mayor capacidad adquisitiva, ya que de lo contrario, apelará a la reserva e intimidad que le otorgaría el mercado negro, manteniéndolo de este modo.

Algo así también se da ante las garantías del aborto desde la sanción de la ley. Mujeres pudientes prefieren garantizarse discreción en consultorios abortistas ilegales supervivientes. Para que una actividad económica legal o ilegal desaparezca en el capitalismo, el primer paso es quitarle la rentabilidad.

El siguiente es despojarla culturalmente de toda traza de humillación o estigma de los “clientes”. El mercado negro es el hijo bastardo del mercado a secas, con cuyo reconocimiento puede comenzar a redimirse legalmente.

Desde el punto de vista político, la ley que entró en vigencia contiene gérmenes antiimperialistas, independientemente de la conciencia o voluntad de sus redactores.

La estrategia estadounidense de pretendido combate al narcotráfico y sus pedidos de colaboración con él, no son más que encubrimientos diplomáticos de acciones para controlar, regular y asociarse a la producción y distribución para ponerlo a su disposición a fin de satisfacer la inmensa demanda de estupefacientes de toda laya de su propio mercado interno.

Contiene además la excusa para intervenir más ampliamente en los asuntos internos de los países con mayor producción y sentar bases en ellos. Combatir al narcotráfico y disputarle su “negocio” es también un modo de combatir la hegemonía mafiosa imperial que está asociada a él.

No es que los EEUU tengan una predisposición genética a perder las guerras que libra o a impotentizar sus prolongadas luchas y ocupaciones. Es que su propósito no consiste en victoria alguna, sino en la misma guerra como objetivo estratégico y por tanto en una permanente interrelación de atracción y repulsión para con el supuesto enemigo del que siempre depende para perdurar.

En cualquier caso, esta ley es cautelosa para con el resto de los países a fin de que no se constituya en presión hacia ellos. Y por tanto su carácter combativo de la hegemonía es limitado. A diferencia de la experiencia holandesa, por ejemplo, la marihuana estará disponible sólo para residentes con documento nacional, registrados en una base de datos y con un límite mensual de compra en farmacias habilitadas, o bien a través del autocultivo también limitado. Por lo tanto no podrá haber “turismo cannábico”.

Confrontar de lleno con la fantochada seudorepresiva norteamericana y con las redes de narcotráfico alentadas por ella, implicará estrategias comunes al menos a nivel subcontinental.

Sobre el presidente Mujica en particular se depositan hoy la casi totalidad de los elogios, juicios valorativos o insultos en torno a esta ley. Y si bien es el resultado esperable de la personalización endémica de la cultura política burguesa que la prensa celebra y exalta, más aún en regímenes presidencialistas, no es injusto en este caso.

Ha sido él personalmente el impulsor de la iniciativa por fuera de programas o elaboraciones de la fuerza política e inclusive en el más acotado nivel de la opinión pública oriental y la de la izquierda en particular. Esto compensa en parte verdaderos desastres como el mamarracho de asignación de las frecuencias televisivas, sus declaraciones sobre las feministas y los intelectuales o el apoyo que, sin debate alguno entre sus numerosos militantes y bases, le otorgó la dirección de su grupo político al precandidato Vázquez.

Las reacciones más confrontativas resultaron precisamente las de los autores del aparente fracaso, que personalmente considero su éxito estratégico: el Departamento de Estado (la cancillería) de EEUU y en sintonía argumental con él por incumplir un tratado represivo del año 1961, la JIFA que calificó la ley (y la actitud del gobierno) como “propia de piratas”. Hubo hasta algún ejemplo más pedestre y risible como el del reportaje al senador Couriel por un periodista argentino filo nazi presentando al Uruguay como “Estado Narco”, cosa que se encargó de reproducir el diario El País.

Cuando luego de su Congreso algunas dudas se cernían sobre la capacidad de la izquierda uruguaya de producir transformaciones relevantes, se produce una importante siembra. Más temprano que tarde llegará la cosecha.

Emilio Cafassi
Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano. cafassi@sociales.uba.ar

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