María (25 años) volvía del trabajo a su casa, en el montevideano barrio Prado Norte, después de una extensa jornada laboral. Pocos metros antes de llegar comenzó a buscar las llaves de casa en el interior de su cartera. Pero no fue necesario. Cuando levantó la mirada se percató que no tenía más portón.
No se sorprendió, asegura. 'No soy la primera a la que le pasa. Viene pasando casi todas las noches. Los otros días volvía de una salida y cuando miré para la casa de mi vecino, vi que le faltaba la reja. Le mandé un mensaje y le puse: `Vecino, te tocó. Te robaron la reja`, contó al diario El País María, parada al frente de su casa, donde debía estar su portón.
La aparente tranquilidad con la que habla María sobre su robo denota cierta resignación, que confirma minutos después.
'Hice la denuncia. Otros vecinos también la hicieron. Todos sabemos de dónde son los que roban y a dónde van con las rejas. Pero nunca pasa nada. La policía no entra ahí', descargó María y señaló un asentamiento, llamado Mauá, ubicado a unos cien metros de su casa, sobre el Arroyo Miguelete.
La joven contó que llamó a un cerrajero, que le presupuestó $ 4.500 por su nuevo portón.
Peor suerte corrió Humberto (67), que vive dos casas de por medio a lo de María. Aunque obligado, este vecino está de estreno; su nuevo y extenso portón luce reluciente. En su caso, debió pagar $ 15.000.
'Me dolió en el alma. Es mucha plata. Pero bueno, no tuve más alternativa. Si no lo hacía, mañana me llevan la reja de la puerta de casa', expresó el vecino sobre el robo de su portón. A otro vecino suyo, cuenta, también le forzaron la cerradura para extraerle el portón, pero no pudieron extraerlo. A cambio, le dejaron inhabilitada la cerradura del portón.
Y sigue enumerando las casas que, en el entorno de las calles Bernardo Susviela, Ramón Cáceres, Carlos María de Pena e Islas Canarias, fueron víctimas de la que el mismo define como 'la banda del portón'.
'Una cosa es que se den 2, 3, 4 robos de rejas en la zona. Pero esto es insólito. Van agarrando una casa distinta todas las noches. Y al otro día nos levantamos a ver a quién le tocó amanecer sin reja. Nos tienen de hijos. No puede ser', reflexionó el hombre.
La casa de Nery (88) se encuentra a mitad de cuadra, en la calle Pierre Fossey. 50 metros hacia un lado está la avenida Millán, y la comisaría número 12.
50 metros hacia el otro lado, está el Arroyo Miguelete y el asentamiento Mauá.
El jueves a la mañana, cuando se levantó, tampoco tenía su portón de rejas. Hizo la denuncia policial en la comisaría que está a media cuadra, pero no ha tenido novedades, comenta. 'Me tomaron declaraciones, vinieron hasta acá, pero no pasó más nada', dice la señora.
Al otro día del robo, y justo cuando Nery estaba por llamar a un herrero para pedir presupuesto, llegó hasta su casa un hombre, que vive en el asentamiento para decirle que sabía a dónde estaba su portón.
'Nos dijo que sabía quién lo tenía. Nosotros, con un vecino, le dijimos que le comunicara a esa persona que si nos traía el portón, le dábamos plata. Al rato vino el hombre y nos dijo: `mire, para que me de el portón preciso $ 350`.
Y se los dimos'.
Al día de hoy no apareció ni el portón de Nery ni el hombre con los $ 350.
'¿Y qué voy a hacer?', pregunta Nery con resignación. 'Sé que le estoy comprando mi portón a los mismos chorros que me lo robaron. Es horrible. Uno siente mucha impotencia. Estamos dominados por los delincuentes'. Ahora ya resolvió que pagará los $ 7.500 que le cuesta colocar un portón nuevo para sentirse 'un poco más segura', afirma.
Este hecho, así como otros casos de vecinos que cuentan que han visto a personas cargar con rejas al hombro rumbo al asentamiento, les permite tener
la certeza de que el problema radica allí.
Desde la seccional octava, ubicada en Millán y Raffo -y que también tiene jurisdicción en la zona- confirmaron a El País que, efectivamente, han recibido 'una cantidad importante de denuncias' por casos de robo de portones en la zona del Prado y que están trabajando en cada caso.
Sobre los comentarios de los vecinos respecto a la situación de inseguridad propiciada por el asentamiento Mauá, ubicado en las márgenes del arroyo Miguelete, el oficial consultado explicó que se trata de un asentamiento complicado.
'Sabemos que el asentamiento Mauá es complicado para los vecinos, que ahí hay bocas de venta de pasta base. Nosotros hicimos varios allanamientos pero no pudimos encontrar nada. La noticia es que la Intendencia los iba a realojar, eso teníamos entendido, pero no sé en qué está la situación', respondió el oficial policial.
Lo que resulta paradójico para los vecinos, y hasta por momentos bromean con eso, es que ahora piensan que las rejas de sus casas ya no son suficientes para protegerse.
'Antes poníamos rejas para proteger nuestras casas y ganar seguridad. Ahora vamos a tener que poner rejas sobre rejas, para proteger las rejas. Es una locura', bromeó uno de los lugareños, que indicó que estos portones robados son los que luego se pueden ver en la feria de La Teja o Tristán Narvaja.
María dice que va a pagar los $ 4.500 para colocar una nueva reja, pero ya está averiguando para mudarse a un apartamento. 'Estoy podrida', resumió.
La cifra
15.000 pesos le costó a un vecino tener que reponer el portón de reja que le robaron del frente de casa. 'No tuve alternativa', dice resignado.
El canchero de River Plate y el club Stockolmo ata puertas con alambre
La cancha de baby fútbol de River Plate y el Club Atlético Stockolmo, en Ramón Cáceres y Carlos María de Pena, también son víctimas de la 'banda del portón'. Alejandro, el canchero de los complejos, que vive allí, cuenta que cada 'dos por tres' tiene que andar a las corridas.
Hace poco le robaron uno de los portones que dan acceso a la cancha de River Plate. Pero al otro día apareció, a cambio de unas monedas. 'Vino un flaquito del cantegril y me dijo: `Mirá que vi el portón tirado allá arriba`. Lo trajo y pidió algo de plata, a cambio. Juntamos unas monedas y se las dimos. ¿Qué vamos hacer?', preguntó el canchero, sin esperar respuesta.
La más reciente fue hace un par de noches, cuando Alejandro se percató de que la perra del complejo, Manuela, ladraba de forma constante, por lo que decidió salir a ver. Cuando abrió la puerta y miró hacia el costado vio cómo dos jóvenes corrían con la puerta del baño de damas, de la cancha.
'Cuando los vi atiné a correrlos y les grité: `largá eso`, seguido de una puteada que no puedo decir. La tiraron para el costado y siguieron corriendo'.
'¿Me pregunto qué podés sacarle a esa puerta? Ahora improvisé con esto, para que por lo menos les cueste un poco más afanarse la puerta', aseguró el canchero mientras enseñaba un largo trozo de alambre que enganchó en distintas partes de las puertas del baño.
También se robaron una pila de columnas que ofician de sostén del tejido de alambre que bordea la cancha. A consecuencia de esto, el tejido se encuentra, hoy, más desparramado que firme.
Al igual que los vecinos, a Alejandro le gustaría una respuesta policial más inmediata. Al mismo tiempo el canchero se lamenta de no poder involucrar más a los 'gurises del asentamiento' con el club. Y aclara que la voluntad está.
'Acá vienen gurises del asentamiento a jugar a la pelota, y yo los dejo. Incluso hay algunos que juegan muy bien, pero no pueden ficharse porque cuando les pedís cédula, carnet escolar, ficha médica, no tienen nada de eso. No tienen ni cédula. Entonces no los podemos involucrar. Y muchos son terribles gurises, que juegan muy bien y les haría bien estar acá, pero están en otro ambiente', opinó.
Herrero en auge.
Alfredo es herrero hace diez años en la zona de Belvedere. Recientemente, trabajó reponiendo algunas rejas en Prado Norte y asegura que su negocio está en auge. '¿Por qué roban rejas? Las desarman y las venden en las ferias', resumió el herrero.
Fuente: El País
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