El primer acercamiento de Juan Etchegoimberry fue una publicidad que vio un año antes, mientras viajaba con amigos, por Francia. "Desde ahí me quedé con la idea, aunque no me di cuenta de que tenía tantas ganas de irme hasta que llegué y estuve trabajando una semana. Yo nunca había tenido nada que ver con algo militar, siempre había sido aficionado", explicó.
Juan Etchegoimberry asegura que durante la mayor parte del tiempo en que fue Enrique Escurzino, entre carreras, escaladas, lanzamientos en paracaidismo y la vida de legionario en general, sintió que había encontrado su lugar en el mundo.
Eso no parecía poco a sus 26 años, después de vivir vinculado a "lo militar" como aficionado pero mucho más cerca de las computadoras que de las armas.
Antes de viajar a Francia para adoptar ese nuevo nombre, había trabajado en un call center de Zonamérica. Allí había dejado a sus superiores mirándolo sin reacción cuando les dijo que iba a entrenarse para alistarse en la Legión Extranjera francesa.
"Me fui porque quería probar eso, así de simple", asegura. Así comenzó una experiencia que duró menos de un año y que incluyó durísimas pruebas de ingreso, entrenamientos con armas, ascensos, amistades de todo el mundo y un escape que es el que posibilitó que tan poco tiempo después de pasar por allí, esté de vuelta en Uruguay contando su paso por la sección del ejército francés más reconocida en ese país y con una histórica fama mundial.
Enrique Escurzino -tal el nombre que le dieron al alistarse en el campus de reclutamiento de Aubagne por su aparente rasgo italiano- nació en Salto y no en Montevideo, como Juan; y por supuesto, también en una fecha distinta.
"Aprendete esto bien, porque cuando salgas de esta oficina ese papel lo tirás", me dijeron. El nombre se arma con la primera letra del apellido de tu padre, y el apellido con la primera letra de su nombre", explicó Juan.
De la salida del call center, Juan pasó a entrenarse en todas las disciplinas que, según las páginas web y los foros de internet, serían requeridas en Aubagne. Resistencia en carrera, barras, lagartijas, abdominales y escalamiento de cuerda abarcaron su mes de entrenamiento en Montevideo, junto a su profesor de Jiu-jit-su.
"¿Qué me decían en mi casa? Creo que había un pacto no hablado de conversar poco. Yo les dije que me iba a la Legión a trabajar de administrativo, pero que tenía que tener cierta condición física. Y mi madre, creo que para poder dormir tranquila, se autoconvenció de que eso era verdad", cuenta Juan con una sonrisa.
Las pruebas dieron paso a una instancia de investigación que allí se conoce como "policía militar", en la que caen varios mitos sobre la legión aplicados en películas protagonizadas por actores como Jean Claude Van Damme.
"Ya no es como antes", comenta Juan. "Podés haber robado y te dejan, pero no haber matado a 8. Cuando yo estaba haciendo las pruebas, el FBI se llevó a uno que había asaltado varias gasolineras en Estados Unidos. Si te busca Interpol, no entrás. Eso sí, no hay asesinos pero tampoco angelitos", asegura.
Cuando Juan llegó a Aubagne tenía 300 euros y el pasaje abierto de regreso a Montevideo, vía Madrid. "Antes de entrar me tomé un desayuno enorme porque no sabía cuándo iba a volver a comer así, y le di mi plata al mozo para no tentarme a volver".
Recordaría ese desayuno durante varios meses. Es que durante el mes de entrenamiento en la ferme (la granja), ubicada en otra región del territorio francés, el tiempo para comer era de un minuto exacto por reloj. Las horas de sueño disponibles, apenas tres.
"Nos tocaba el servicio cada tres días, que era limpiar la cocina. Ese día comíamos lo que hubiera a mano y hasta nos llevábamos carne a las habitaciones en las cantimploras".
En ese tiempo de entrenamiento básico constante durante un mes reside la última posibilidad de dar marcha atrás, "pidiendo civil"; no sin antes terminar el entrenamiento entre algunas humillaciones y bastante trabajo de servicio.
"Lo cierto es que es un segundo filtro", explica. "Muchos intentan quedarse como sea. Teníamos un chino que además de vago, era malo para los deportes. Pasábamos por la armería a buscar los fusiles y a él le tiraban una escoba".
Durante ese mes en la ferme, Juan encontró a Alfredo, un colombiano que era el único compañero de habla hispana. Allí no es un requisito saber francés. Su grupo estaba compuesto por aspirantes de Corea del Sur, Eslovaquia, Polonia, Bulgaria, Ucrania, Portugal e Irlanda.
"Luego del mes de entrenamiento básico ya comés bien y dormís 6 horas por día. Hay días que te vas al campo o a los Pirineos. Hacés deporte por las mañanas y a la tarde tenés el teórico, en el que te capacitan en transmisiones o topografía. Son tres meses hasta que, si hiciste las cosas bien, podés elegir dónde ir", contó Juan.
Él eligió el batallón de paracaidistas -otra cosa que no había hecho nunca- ubicado en las proximidades de Calvi, una ciudad turística con una población de 6.000 habitantes.
En medio de eso, también le tocó disfrutar de los privilegios de ser legionario en Francia.
"Allá adoran a la Legión. Son extranjeros que vienen a dar la vida y lo saben. En París nos invitaban a comer. Yo odiaba usar el kepi blanc, el típico gorrito blanco que te hacen usar, pero abría puertas", reconoce.
Durante el entrenamiento básico, además, un legionario gana entre 1.100 y 1.400 euros por mes, pero no tiene gasto alguno. Una vez adentro del regimiento, se cobran 1.900 euros. Durante los meses en que un legionario está en misión, ya sea de entrenamiento, de guerra u otro, gana 3.900 euros.
Una vez asignados a un regimiento, los legionarios pueden hablar una vez por semana por teléfono.
'Ahí es cuando me entero que a mi sobrino, que es muy pegado a mí, se le había muerto su padre. Y empecé a extrañar. Son muchos los momentos en los que decís `mañana me voy', pero ahí hice un clic.
Y así como un día dije que me iba a la legión, me decidí a salir de ahí. No fue por otra cosa. Una vez que estuve en forma, la vida en el regimiento era muy buena. No me aburría nunca", cuenta Juan.
Con apenas dos compañeros al tanto, tomó la mochila estampada con su nombre de legionario, una muda de ropa y, pasada la primera recorrida de la guardia por el regimiento, saltó un alambrado y corrió 8 kilómetros sin parar.
Ya en Calvi, pasó un día entero adentro de un baño que había visto en una de sus salidas. Cruzó parte de la isla en un taxi y regresó desde otra punta de la isla en un ferry.
"En ese regimiento desertan tres personas por mes. Los buscan durante el día en la isla, pero al segundo ya no. Así que salí y luego me fui hasta España", comenta Juan.
Allí, cuando denunció como extraviado el pasaporte que estaba en poder de la legión, volvió a usar su nombre original, sabiendo ya que una vez afuera de Francia se salvó de pasar el resto de sus 5 años de contrato en una prisión militar, castigo que se impone a los desertores.
Por delante le quedaba olvidarse de volver a Francia alguna vez y la vuelta a Uruguay, ahora sí, para trabajar de administrativo.
En tanto, Juan prepara un proyecto de entrenamiento para civiles con técnicas de la Legión.
Un atractivo del programa será con seguridad que algún interesado sin voluntad de arriesgar tanto pueda sentirse por unas horas adentro de ese regimiento cercano a Calvi.
La fuerza de élite francesa
La Legión Extranjera francesa fue creada en 1831 como una división de élite para inmigrantes extranjeros, ya que en Francia estuvo prohibido reclutar extranjeros después de la Revolución de 1830. Fue utilizada para proteger y extender el imperio colonial durante el siglo XIX, pero también tomó parte en guerras como la Franco-prusiana y ambas guerras mundiales.
En la legión dejan ingresar franceses, pero deben renunciar a su nacionalidad. La legión los repatria con una nacionalidad diferente de habla francesa.
Según el sitio web de la legión, para alistarse se debe tener entre 17 y 40 años de edad y estar en buena forma física, además de ser portador de un documento de identidad válido. Siempre se los alista como solteros sin importar su situación familiar.
Fuente: El País
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