El miedo camina por los jardines de la zona más residencial del coqueto barrio de Carrasco. En 45 días, ocurrieron allí un homicidio y cuatro copamientos. La Policía cree que son menores los que atemorizan el barrio costero. Pero el gobierno dice que son unos "angelitos"
"Dame la plata o te mato a un gurí", amenazó uno de los tres copadores a la propietaria de una finca de Carrasco.
Eran las 16.30 horas del 8 de septiembre. Afuera apenas había tránsito en los aledaños de General Santander y Deauville.
Se trata de una zona bucólica al norte de la avenida Rivera llena de árboles, césped bien cortado, pavimentos impecables y una limpieza como la mesa de una restaurante de alta cocina.
De una camioneta -según un testigo una Toyota Hilux -descendieron una mujer y tres niños de 8, 6 y 5 años.
La dueña de la casa, de 45 años, abrió un pesado portón de hierro para recibir a sus hijos que venían con la amiga. Adentro, en el patio, un jardinero podaba concentrado unas plantas.
La casa es una residencia muy amplia. Cuenta con toda la seguridad posible. Además del portón de hierro, posee muros de más de dos metros de altura, cercas eléctricas, alarmas y seguridad privada con respuesta.
Mientras las dos amigas charlaban despreocupadamente en la puerta de la casa, tres individuos bajaron de un auto -supuestamente un Chevrolet Corsa robado- y las amenazaron, revólveres en mano.
El vigilante que estaba en una casilla, a la vuelta por General Santander, ni se enteró. Un matorral le tapaba la vista. Los delincuentes ingresaron a la finca y una vez adentro redujeron al jardinero.
Uno de los copadores le exigió dinero a la propietaria. "Dame la plata. Dame la plata o te mato a un gurí", dijo según relató al diario El País una persona allegada a la familia asaltada.
Los copadores descubrieron un cofre y sustrajeron el dinero. También se apoderaron de joyas y otros efectos. Los individuos llevaron a los rehenes a una habitación. Uno de los niños, que se percató de lo ocurrido, comenzó a llorar, relató un allegado a la familia.
El copamiento resultó traumático para la familia. La mujer debió viajar al exterior para alejar su mente del episodio y, luego de su regreso, fue atendida en varias oportunidades por una psicóloga. Uno de los niños testigos del hecho tuvo problemas para dormir durante varias noches.
"¿Los chorros todavía están acá?", preguntaba a sus familiares cuando despertaba sobresaltado por las noches.
El miedo también ganó a la cervecería "Los Francesitos", ubicada en San Marino casi la rambla.
En la noche del 19 de septiembre, dos delincuentes coparon el restaurante. En el lugar había 50 clientes cenando que fueron testigos del hecho, indicó el propietario del comercio a El País.
Un menor, de 16 años, conocido como "El Chiquito", le disparó al hijo del dueño. Ese adolescente también participó en el copamiento de la calle Deauville y General Santander donde los atracadores amenazaron con dispararle a un niño, según la Policía.
Engaña la apariencia menuda de "El Chiquito", señaló un investigador policial. El menor, tras ser capturado por efectivos del Departamento de Hurtos y Rapiñas, declaró en la Jefatura que le disparó al hijo del dueño de la cervecería porque este no lo respetó.
"El loco vino de vivo a atropellarme y le pegué un cohetazo", dijo a los policías sin inmutarse.
El adolescente disparó con una pistola calibre .357. El tiro impactó en el hombro de la víctima. Lascas de la bala alcanzaron su columna y, aunque está fuera de peligro, tiene serios riesgos de quedar parapléjico.
El menor copador fue derivado a la Colonia Berro. Sin embargo, a los pocos días se fugó y ahora anda en libertad, expresaron fuentes policiales.
"Después de entrar a los gritos y pegarle el tiro a mi hijo, los delincuentes se dieron media vuelta, se treparon a un auto y se fueron", relató el dueño de la cervecería.
El viernes 22, la cervecería estaba cerrada. Al igual que la casa de Deauville y General Santander, el restaurante cuenta con toda la seguridad posible: alarmas, rejas y empresa de seguridad contratada.
Este no es el primer atraco que sufre la cervecería. Hace 21 años, al propietario del negocio le gatillaron dos veces un revólver, sin que saliera un solo tiro. "Desde ese día tengo dos cumpleaños", señala el empresario.
Hace ocho años, en otro atraco, golpearon a una de sus hijas, dejándole serias heridas en la cabeza.
"Después de la primera vez que me robaron me pusieron un equipo Puma en la puerta y un guardia a media cuadra de acá, pero las ventas bajaron muchísimo.
Ahora no sabemos qué vamos a hacer; por lo pronto abrir los fines de semana y después resolveremos qué hacer con la familia", dijo el propietario poco después del asalto que finalizó con su hijo gravemente herido.
Un día antes del atraco a la cervecería, tres delincuentes coparon una casa ubicada en Almirante Harwood y Cooper.
Tras llamar en forma insistente al timbre de la vivienda, fueron atendidos por la dueña de la casa. La mujer fue encañonada y los delincuentes ingresaron a la finca. Adentro se encontraba el esposo y un enfermero de este.
En forma muy violenta, los delincuentes exigieron el dinero y joyas. Los rapiñeros se apoderaron de efectivo, un teléfono celular, un reloj y las llaves de un auto que usaron para escapar.
Antes de huir, uno de los delincuentes le dio varios culatazos al enfermero.
La violencia en Carrasco tuvo su punto más alto el 21 de septiembre, dos jornadas después del asalto a la cervecería.
Ese día, el jubilado portuario, Juan Hernández, de 87 años, fue encontrado en su casa, sin vida, por su empleada. Los delincuentes lo estrangularon con el cable de un teléfono y dejaron un gran desorden en la casa.
La Policía sospecha que los autores del homicidio son tres menores. Fueron vistos por testigos merodeando por la vivienda del octogenario ubicada en Pedro Murillo y Bolonia.
El lunes 4, cinco menores coparon una casa ubicada en la avenida Rivera y Nariño.
Siguiendo la misma modalidad que otros atracos, los delincuentes aprovecharon un descuido de la dueña de la casa mientras estacionaba su camioneta para ingresar al garage.
Luego los asaltantes la tomaron de rehén e hicieron lo mismo con una empleada. Se llevaron una computadora, un par de championes y una camioneta, en la que fugaron.
MODUS OPERANDI. Según datos de la Policía, en Montevideo ocurrieron siete copamientos en los primeros nueve meses de este año.
De los cuatro atracos en fincas de Carrasco ocurridos en las últimas semanas, oficiales de Hurtos y Rapiñas consideran que ninguno es un copamiento porque las víctimas no fueron atadas.
Es decir, no necesitaron un tercero para ser liberadas. Una opinión contraria señalaron autoridades de Investigaciones de Montevideo.
La Policía considera que los delincuentes que asuelan Carrasco son todos menores y alguno de ellos fugados del Instituto del Niño y del Adolescente del Uruguay (INAU).
Según la Policía, los menores no configuran una banda. Se juntan para dar un "golpe" y luego se separan. Es decir, no están organizados.
El modus operandi del grupo es sencillo: se juntan tres o cinco adolescentes en un asentamiento ubicado en la calle Otamendi, en los aledaños del barrio Maroñas, roban un auto y se dirigen hacia Carrasco.
Allí observan a una mujer saliendo o ingresando a su casa y la encañonan. Después reducen a todos los que se encuentran en la vivienda y rápidamente buscan dinero, joyas u otros objetos de valor.
Si las víctimas tienen un auto, lo sustraen. El auto robado lo dejan en Carrasco y regresan a la calle Otamendi con el de las víctimas del atraco.
En los últimos días, efectivos de Hurtos y Rapiñas realizaron varios procedimientos en ese asentamiento en la búsqueda de los menores rapiñeros.
Para la Policía, ya fueron aclarados tres de los cinco atracos. Resta ubicar a varios adolescentes de la calle Otamendi que están prófugos.
En Carrasco la seguridad de las residencias es casi una marca registrada. Las mansiones y fincas de gran porte son fortalezas casi inexpugnables.
Cuentan con muros altos, cercas eléctricas, sensores de movimientos y alarmas con respuesta. Sin embargo, los delitos suceden.
Días atrás, un menor ingresó a una mansión por una pequeña banderola de un baño de 20 por 20 centímetros. Vulneró así todos los sistemas de seguridad instalados en la residencia.
Efectivos policiales, que recorrían el barrio, indicaron a El País que muchos habitantes de Carrasco no se cuidan en la calle de la misma forma en que atienden la seguridad de sus viviendas.
Salen de los bancos ubicados sobre la avenida Arocena contando dinero o llevan valijas y portafolios en los asientos delanteros de sus autos y con los vidrios bajos.
Los delincuentes se colocan en una esquina con semáforo sobre la avenida Rivera y observan. Según los policías, tienen todo el tiempo del mundo para esperar y cuando surge la oportunidad, golpean.
En algunos lugares de Carrasco -al norte de la avenida Rivera- hay garitas de seguridad cada dos o tres cuadras. Esa es la zona más afectada por los copamientos.
Luis F. gana $ 8.000 al mes trabajando para una empresa de seguridad. Su garita está ubicada cerca de una vivienda recientemente copada.
A principios de este mes, Luis F. sorprendió a dos ladrones intentando robar una vivienda cerca de avenida Rivera cuyos dueños estaban en el exterior.
"A uno lo encañoné por la espalda. Cuando vino su compañero, al que tenía atrapado lo agarré por el pescuezo y me cubrí por si el otro estaba armado. Acá no podés bajar la atención ni un minuto o estás liquidado", dijo el guardia, un policía retirado.
Los vigilantes consideran que los "rastrillos" -delincuentes que aprovechan un descuido para ingresar a una finca vacía- salen de asentamientos marginales ubicados en Malvín Norte, Carrasco Norte y Paso Carrasco. Los copadores provienen de la zona de Maroñas, según oficiales de Hurtos y Rapiñas.
Al sur de avenida Rivera, los robos son menos frecuentes, afirman los vigilantes consultados por El País.
Sin embargo, relatan anécdotas de enfrentamientos con "rastrillos" que andan en bicicletas o en carros o con menores que circulan con autos robados a la espera de una oportunidad. Por ejemplo, a una mujer que está por ingresar a su casa en su auto.
Mario cuida una cuadra en una casilla ubicada cerca de la calle San Nicolás. Cada vez que llega a la garita lo espera un billete de $ 500. Es un ex policía.
En la cintura tiene un revólver 38 pese a que no tiene porte de armas. En varias oportunidades, dice, debió sacar el arma para ahuyentar a ladrones.
Abdalón es seguridad de una empresa química ubicada sobre la calle San Marino. Gana $ 15.000 por mes. Lleva una pistola calibre 7.65 en la cintura.
Tampoco posee permiso para llevar armas. Hace un mes, corrió una cuadra a tiros a un rapiñero que quiso ingresar a la empresa química. También se enfrentó con "rastrillos".
En los primeros nueve meses de este año 2010, el Departamento de Hurtos y Rapiñas detuvo a 991 personas por diferentes delitos, de los cuales 337 eran menores, según datos de la Jefatura de Montevideo a los que tuvo acceso El País.
De esas cifras, fueron procesados 582 individuos, de los cuales 431 eran adultos. En tanto, a 120 menores se les inició procedimientos y fueron recapturados otros 31. De los 120 menores remitidos, 100 fueron por rapiñas y secuestros y 20 por hurtos, según la Policía.
Además, el Departamento de Hurtos y Rapiñas efectuó 134 allanamientos en procura de delincuentes o de objetos robados.
Los datos estadísticos de la Jefatura de Policía muestran que, en lo que va de 2010, ocurrieron 238 rapiñas, casi una por día. En tanto que los hurtos fueron 213.
Las estadísticas también señalan que fueron siete los copamientos ocurridos en los primeros meses de 2010.
En algunos casos, los jueces procesan a los delincuentes que cometen este tipo de atracos en fincas como rapiñas con ingreso a propiedad privada o violación de domicilio y no como copamientos, dependiendo si hubo o no violencia.
Fuentes policiales dijeron que una misma jueza procesó a tres sujetos que cometieron asaltos en casas tipificándoles tres delitos distintos.
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