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David ni siquiera fumaba. Tenía 33 años, era un tipo sano y deportista. Acababa de conseguir un contrato de un año para trabajar como profesor en un colegio de Pensilvania. Era licenciado en magisterio. Vivía en Oviedo desde hacía un año, muy cerca de su Cudillero
natal. Le encantaba viajar. Según sus más allegados, era una persona "encantadora". Había decidido marcharse de nuevo al inicio del próximo curso. Nunca pudo llegar porque antes tres delincuentes lo mataron a golpes.