La estación paulista de Luz es una clásica construcción civil victoriana. No desentonaban en ella los cientos de ingleses apostados en el andén, esperando el convoy de Itaquerá, el jueves por la mañana. El cielo estaba encapotado, hacía frío y caía una lluvia fina. Como en Londres, pero en el medio de Brasil. Los únicos que parecían extraños en aquel paisaje eran los ruidosos uruguayos.